FIN DE UNA ÉPOCA
Con
la caída del Imperio Romano de Occidente, en el 476, desaparece el teatro
romano y el teatro en sí mismo. Aunque no fue ésta no es la única causa de su
desaparición.
En los últimos tiempos (a
partir del siglo II) el público se había decantado más por el espectáculo y fue
derivando a los espectáculos de circo, pantomimas y luchas de gladiadores.
El Coliseo, terminado en el año 80 d. C.,
podía contener a cincuenta mil espectadores, lo que constituía un público
excesivamente numeroso como para ser entretenido por las peripecias intimistas
de las obras de teatro.
Ante la insistencia popular, el actor clásico desapareció para ser sustituido en una rápida sucesión por breves escenas cómicas, espectáculos de mimos, payasos, despliegues acrobáticos y volatineros.
Luego se hicieron populares las luchas de
animales y, por último, los combates entre seres humanos atrajeron el cambiante
interés de la multitud romana.
Posteriormente, todos estos números dejaron
lugar a las representaciones acuáticas para la realización de las cuales se
inundaba la arena.
Si a esto unimos el ascenso de la iglesia
cristiana que, desde el principio, se opone al teatro; no gustaba su conexión
con las fiestas paganas, con las dionisiacas; las críticas que desde el
escenario se hacían de la religión emergente y el comportamiento amoral de los
actores eran piedra de escándalo para las nuevas creencias.
La
decadencia se hace patente cuando los magníficos edificios dedicados al teatro
son reciclados y ocupados por viviendas y talleres que se asientan sobre sus
escenarios y caveas
La
era del teatro clásico estaba terminando, y con él desaparecía el especial
significado del papel que el teatro había desempeñado durante mucho tiempo en
la sociedad
El
resultado fue que el mundo occidental vivió de espaldas al hecho teatral
durante más de 500 años. Tan solo los juglares y trovadores en el mundo
medieval, sobrevivieron y mantuvieron el fuego sagrado del teatro.
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