miércoles, 2 de julio de 2014

HISTORIA XIV

EL TEATRO EN FRANCIA.-Siglo XVII

A comienzos del siglo XVII, en Francia se representaban sobre todo farsas, inspiradas en la commedia dell'arte italiana; en ellas, el movimiento escénico dominaba sobre el texto, mero soporte de la improvisación de los actores. Sin embargo, los círculos intelectuales reclamaban un teatro sometido a reglas estrictas

El relato de los acontecimientos acabará prevaleciendo sobre la acción. Así nace la tragedia clásica francesa, con su famosa regla de las tres unidades de lugar, de tiempo y de acción. Sus principales representantes son dos grandes figuras: Corneille y Racine.

Para la comprensión del arte francés, particularmente del teatro, debemos hablar forzosamente de la formación de una rigurosa disciplina de pensamiento, que arranca del filósofo Descartes. Según él, la razón, es lo único de lo que no podemos dudar. Por ello, la razón debe ser la guía y señora del hombre en sus relaciones con el mundo y con Dios.

La Comedia Francesa (Comedie Française), institución que hasta nuestros días es la depositaria de la tradición teatral de ese país, fue creada en 1680.

A estas compañías hay que añadir las de los comediantes italianos, muy apreciados en provincias y en París. Los franceses, aunque no podían captar enteramente sus diálogos, pues los italianos empleaban sus dialectos de origen, sí supieron apreciar una expresiva mímica, sus improvisaciones, los tics y movimientos de personajes consagrados: Arlequín, Pierrot, Polichinela, Pantalón...

Las salas, en Paris, eran casi todas ellas antiguos locales destinados al juego de pelota (Jeux de Paume), todos de forma rectangular.

Constaban de un patio en el que solía instalarse. de pie, el público masculino y las mujeres en los palcos laterales.

En escena se sigue inicialmente la costumbre francesa del decorado múltiple (al estilo de las mansiones de la Edad Media). Evidentemente, estos decorados debían ser de proporciones tan reducidas que daban al traste con las exigencias de verosimilitud de los puristas.

Se pensó, entonces, en la conveniencia del decorado único, en el que se practicaron diversas entradas que eran la representación convencional de los distintos lugares de procedencia, expresados en el diálogo de los personajes. Esto no evitaba la confusión en los espectadores, que no sabían muy bien dónde situar la acción cuando a la escena accedían personajes por diversas puertas.
Ninguna solución llegaba a ser plenamente convincente, aunque la más criticada por los partidarios de las reglas, con gran ironía, era la de los decorados simultáneos, que pretendían «juntar en unos metros a Roma con París».

La unidad de lugar, pues, era para ellos la única que podía ser figurada en escena de modo razonable. Con el mismo razonamiento se llegó a la unidad de tiempo.

Por otra parte, en los teatros cortesanos con posibilidades económicas y de espacio, desarrollaron una decoración fastuosa, servida por maquinarias, que fue utilizada por la tragicomedia, y lo será por la ópera.

Por su parte el vestuario, como en el teatro inglés, constituye el elemento más colorista y ambientador de la representación, aunque no se acomodara a la época histórica del argumento.

Aparte de cultivar la tragedia y las narraciones novelescas, legendarias o históricas (Racine, Corneille), lo más característico de esta época es la comedia que adquiere su máximo exponente con Moliére, cuya gran virtud quizá consista en lograr una síntesis entre el dinamismo, lo burlesco, divertido de la Commedia dell”arte y la utilización magistral del texto, de la palabra.

Jean-Baptiste Poquelin, Moliére (1622-1673), fue un gran conocedor del teatro en todas sus facetas: como dramaturgo, empresario, actor, ordenador o director, etc. Sabe los secretos de cualquier público, desde el campesino de Provenza hasta el cortesano de Versalles. Antes de entrar en la capital había recorrido todo el sur de Francia con su compañía de comediantes.

Sin duda todo ello le hizo dar con un humor universal y hasta intemporal, si tenemos en cuenta el éxito de sus obras en nuestro siglo, en el que quizá sea estadísticamente el dramaturgo más representado.

La principal característica de su dramaturgia es la maestría en manejar la caricatura y en saber actualizar todos los recursos de la comedia antigua y de los modelos más recientes. El propio dramaturgo confiesa que su risa procede de la razón y de la naturaleza.

Los sectores criticados por las comedias de Moliére mostraron su descontento, tal y como era de esperar. Con motivo del estreno del Tartufo, aquel descontento subió de grado, por lo que tuvo que remodelar la obra, obligado por las circunstancias. La primera versión, hoy perdida, de 1664, era una farsa en la que Tartufo aparecía con atuendos semieclesiásticos, llegó a ser prohibida.
Afortunadamente en 1669 estrenó una nueva versión que es la que ha llegado a nuestros días

MIS FUENTES:



HISTORIA BASICA DEL ARTE ESCENICO - CESAR OLIVA , CATEDRA, 2005


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